jueves, 23 de junio de 2011

Repetición, angustia e indulgencia

Punto uno

En cada mañana los dos parecen tres. Lámparas en lunas de queso. Ratones que aman robarle las lágrimas al ciego. En algún día sin tiempo. Pequeño. Dimensiones retóricas en madrugadores faros. Guías del sol. Alas. Tan asquerosas plumas.

Arturo en salsa roja.

Miserable amor. Tan canción. Poesía en peticiones. Cantares en espera de ser escuchados. Cucharadas de salsa para el insípido soñador. Sospechoso.

Hueso material de mujer inmaterial.

Espacio impalpable. Mensajes sin palomas. Escrituras en letras que nadie podrá entender. Caníbal de espíritus somníferos. Barras y aguas. Las guitarras vomitan versos. Los cielos estultos esperan la llegada de una mujer. La mujer inmaterial. Espectro de almas inocentes.

Ángel

En el día que no amaneció, el ángel se sentó y lloró. Se reprochaba por no ser un ángel.

Mañana es sábado

En tus ojos mañana será sábado. Hoy quédate en lo prohibido de algo que no tiene tiempo. En sábado nada se podrá salvar. En tus ojos el universo descansa y destruye.

lunes, 6 de junio de 2011

Exposición del innatismo cartesiano y su contraposición lockeana



















I.- Introducción


En el pensamiento cartesiano uno de los tópicos más estudiados es su innatismo, mediante el cual se resuelven cuestiones epistemológicas, ya que, son estas ideas determinadas como las únicas verdades. “Las ideas verdaderas nacidas conmigo, de las cuales es la de Dios la primera y principal” (Descartes, 2006, pág. 160). Este escrito pretende mostrar de una manera descriptiva el planteamiento de esta temática por parte del llamado Padre de la modernidad.

Así, como también su contraste llevado a cabo por el filósofo inglés John Locke, cuyo afán radica en implantar a la experiencia como la generadora de todo saber. Esta contraposición entre lo manifestado por Descartes en su racionalismo y la posición empirista de Locke más allá de ser tomada tan sólo como una disputa dentro de la historia de la filosofía es un tema de reflexión aún muy actual, ya que, la búsqueda de una fuente para validar el conocimiento es vigente hasta nuestros días.

II.- Desarrollo

Innatismo cartesiano

Para explicar esta tesis del pensamiento de Descartes podemos partir de la pregunta: ¿Qué entiende el cartesianismo por idea? Éste percibe a las ideas como contenidos mentales, los cuales poseen la capacidad de representar cosas. “De entre mis pensamientos, unos son como imágenes de cosas, y a éstos solo conviene con propiedad el nombre de idea” (Descartes, 2006, pág. 129).

No obstante, es también preciso señalar una distinción que este pensador hace entre lo que es una imagen y una idea. Específicamente las ideas son formas del intelecto y las imágenes son sucesos cerebrales que corresponden a la imaginación, en consecuencia, éstas se encuentran imposibilitadas para poder por sí mismas acceder al alma . “Imaginar no es sino contemplar la figura o imagen de una cosa corpórea” (Descartes, 2006, pág. 119).

Una definición clásica de idea es la dada por Platón el cual concibió también el innatismo en el hombre, no obstante, lo entendido por Descartes es distinto de lo platónico, puesto que, como ya se mencionó para el primero éstas representan contenidos mentales mientras que para el pensador griego son moldes o arquetipos de los cuales han sido creadas las cosas materiales, además, de que las ideas son independientes de la mente humana y representan la realidad auténtica, en consecuencia, éstas no se encuentran en la realidad física sino en un mundo inteligible (Topus Urano).

Descartes, distinguió tres tipos de ideas: las innatas, las adventicias, las fácticas. “Esas ideas, unas me parecen nacidas conmigo, otras extrañas y venidas de fuera, y otras hechas e inventas por mí mismo” (Descartes, 2006, pág. 130). Esta distinción la realiza en torno a discernir la existencia de cosas fuera del yo-pensante, es decir, mediante el principio de pienso, existo (cogito, sum) Descartes, dejó en claro que el hombre es un ser pensante, por ende, un individuo que tiene ideas.

“Se forman todas imágenes de las cosas que residen en nuestro pensamiento, ya sean verdaderas y reales, ya fingidas y fantásticas” (Descartes, 2006, pág. 110). Por tanto, éste no puede estar seguro si las nociones que posee corresponden a las cosas pertenecientes a la realidad exterior.
Por ideas adventicias, se entiende aquellas que son producidas por el exterior a través de los sentidos. Es decir, son consecuencia del mundo exterior transmitido por lo sensible, por consecuente, son explicadas a partir de la experiencia perceptual que se tiene del mundo. Por lo tanto, son éstas las que permiten el conocimiento empírico. “Tales ideas no dependen de mi voluntad, pues a menudo se me presentan a pesar mío” (Descartes, 2006, pág. 131). Por su parte las ideas facticias, son producto de la propia consciencia mediante el uso de la imaginación, es decir, dependen del poder de ésta. Son construidas a partir de otras ideas.

En lo que respecta a las ideas innatas (que son el objeto de este escrito), el cartesianismo las entiende como el contenido mental que no dependen de la experiencia ni de la imaginación; así pues son comprendidas como las únicas verdades claras y distintas, de las cuales Dios representa la principal. “y más aún: la idea por la que concibo un Dios supremo, eterno, infinito, inmutable, omnisciente, omnipotente y creador universal de todas las cosas que están fuera de él, esa idea, digo ciertamente tiene en sí más realidad objetiva que las que me representan sustancias finitas”. (Descartes, 2006, pág. 133)

Descartes, además, asegura que estas ideas son implantadas en nuestro entendimiento por Dios. ¿Qué se entiende por Dios en este pensamiento? “Por Dios entiendo una sustancia infinita, eterna, inmutable, independiente, omnisciente, omnipotente, que me ha creado a mí mismo y a todas las demás cosas que existen (si es que existe alguna)” (Descartes, 2006, pág. 137).

Al ser poseedor de ideas innatas se tiene la capacidad de pensar, por ende, el cartesianismo no se limitó en un innatismo de los conceptos, sino también manifestó la existencia de principios innatos. Es decir, Descartes consideró a la experiencia perceptual como insuficiente para establecer verdades universales, sin embargo, se cuestiona el porqué entonces tenemos verdades universales concluyendo que éstas son producto de la naturaleza de la propia razón.

Para entender el innatismo cartesiano debemos comprender el sentido que le atribuido a éste. Descartes, no consideró que las ideas innatas se mantengan en un estado de disponibilidad continua a nuestro deseo, sino que deseo comprobar que la experiencia carece de la capacidad para validar los contenidos mentales, así se entiende que está facultad es propia de la naturaleza de la mente.

Por ende, se entiende que toda idea clara que se tiene es innata y a su vez también el conocimiento que procede los principios universales (con esto se determina la actividad del espíritu). Al afirmar esto se fomenta que la idea de carácter deductivo de las ciencias (mediante el uso del método) provocando así un cierto olvido de la experimentación. “En cuanto a las ideas claras y distintas que tengo de las cosas corpóreas, hay algunas que me parece he podido obtener de la idea que tengo de mí mismo; así, las de sustancia, duración, número y otras semejanzas”. (Descartes, 2006, pág. 136).

Contraposición lockeana

Habiendo expuesto a lo referente al innatismo cartesianismo, éste al afirmar la actividad mental como algo innato desacredita a la experiencia como algo que puede otorgar conocimiento seguro a la mente humana. Dentro de las reacciones que se produjeron alrededor de estas afirmaciones se encuentra el filósofo empirista John Locke, el cual se propuso demostrar la inexistencia de estas ideas y principios, en su intención trata de imponer a la percepción de lo exterior como lo que da saber al individuo.

La crítica hecha por Locke parte de la aseveración de que no existe un consenso universal en donde los seres humanos estén de acuerdo con la existencia de principios morales y especulativos, por ejemplo la idea de Dios, que se entendería como una idea innata. “No hay nada que tan comúnmente se dé por sentado como el que existen ciertos principios, especulativos y prácticos (pues de ambos se habla, en los que la humanidad se halla universalmente de acuerdo”. (Locke, 2005, pág. 23)

La postura lockeana trata de implantar a la experiencia como lo que otorga el conocimiento al ser humano, además, de que mediante ésta también se comprueba la falsedad de los consensos universales. “Cómo los hombres, mediante el uso exclusivo de sus facultades naturales, pueden alcanzar todo el conocimiento que poseen sin ayuda de ninguna impresión innata” (Locke, 2005, pág. 23). Ese cuestionar lo responde asegurando que los principios especulativos (innatos), son improbables, ya que, los niños e idiotas carecen de tales principios. “En primer lugar, resulta evidente que niños e idiotas no poseen la menor comprensión o pensamiento de ellos” (Locke, 2005, pág. 24)

Con dicha distinción es precisamente como Locke ve a los principios de lo que es, es y es imposible que la misma cosa sea y no sea; con esa incomprensibilidad demuestra que estos principios no son innatos. “No obstante, me tomo la libertad de decir que tales proposiciones se hallan tan lejos de contar con el asentamiento universal que existe una gran parte de la humanidad para la cual ni siquiera son conocidas”. (Locke, 2005, pág. 24)

Las refutaciones empiristas de Locke claramente siguen los principios de esta postura, pues además, de afirmar que no existe ningún principio originario ni idea moral innata, ya que, todo se adquiere mediante la experiencia, inclusive el lenguaje. Sin embargo, la afirmación que se opone totalmente al planteamiento cartesiano, al asegurar que el entendimiento humano al nacer es una tabula rasa, es decir, un papel en blanco. “Supongamos entonces que la mente está, según se dice, como un papel en blanco, limpio de cualquier impresión sin ninguna idea. (Locke, 2005, pág. 71)

Entonces, el entendimiento del individuo como un papel en blanco se va llenando en base a la misma experiencia de éste. “¿De dónde saca todos los materiales de la razón y el conocimiento? A esto respondo con una palabra: de la EXPERIENCIA. En ella se funda todo nuestro conocimiento, y de ella deriva en última instancia” (Locke, 2005, pág. 71). Es precisamente este argumento lo que se antepone a las aseveraciones epistemológicas cartesianas.

III. Conclusión

En resumen, este trabajo ha tratado de mostrar la discrepancia entre el pensamiento de Descartes y el de Locke. Particularmente, en lo que respecta a la consideración de un innatismo presente en el entendimiento humano (Descartes), y la respuesta que lo descalifica totalmente dejando solamente a la experiencia del mundo sensible como la generadora de ideas (Locke).

Estos pensamientos más de poder ser considerados como factores para formar dicotomías el trabajo filosófico, han sido intentos por disgregar la interrogante del cómo y de dónde procede nuestro entendimiento, porque es algo muy sencillo entregarse a lo ya dado, no obstante, el buscar dar respuesta es precisamente lo valioso para rescatar el pensamiento y labor de los filósofos modernos, los cuales trataron de reformular la manera dogmática de hacer conocimiento. “Cuando los hombres descubrieron ciertas proposiciones generales de las cuales no podía dudarse en cuanto eran comprendidas, sé que esto fue camino corto y fácil para concluir que eran innatas” (Locke, 2005, pág. 67).

En conclusión, tanto el trabajo cartesiano como el lockeano son un punto de partida para cuestionarte en torno a la existencia o inexistencia de conocimiento válido para lo cual debemos mantener una postura filosófica que parta de bases metódicas y de la reflexión de sí mismo. “Soy una cosa que piensa, es decir, que duda, afirma, niega, conoce unas pocas, ignora otras muchas, ama, odia, quiere, no quiere, y que también imagina y siente”. (Descartes, 2006, pág. 127)




Bibliografía

Descartes, R. (2006). Meditaciones Metafísicas. México, D.F.: Tomo.
Locke, J. (2005). Ensayo sobre el entendimiento humano. México, D.F.: Porrúa.

sábado, 7 de mayo de 2011

El reflejo de Narciso

Introducción



Este ensayo se propone mostrar que el sujeto ha renunciado a su capacidad para ser el creador de su existencia; el despojo de su imagen ha facilitado su manipulación, por consecuencia, ha desaparecido la individualización dentro de una comunidad. Esta deserción del humano hacia con su vivir ha sido producida por el régimen autoritario que predomina en la humanidad, ya que, ésta ha establecido a la libertad y al amor como los que deben regir a la vida, sin embargo, éstos han reprimido a los instintos, puesto que, su propósito es refinar la inmundicia del individuo, llevándolo a que se desconozca así mismo. Desembocando en un sujeto que está condenado a vivir ajeno a su propio reflejo, por ende, a morir cuando su imagen sea revelada.




Desarrollo




I. ¿Para qué la libertad?




¿Qué es la libertad? Es la interrogante que ha limitado a la filosofía, pues no es una cuestión que debe ser reflexionada por ésta, esa especulación es asunto de sus artífices (teólogos). La pregunta para la filosofía es: ¿para qué la libertad? La libertad suele ser un tema cuya meditación ha quitado el sueño a muchas personas; sin embargo, este término en la actualidad es sinónimo de angustia, puesto que, nadie desea hacerse responsable de la situación del mundo. Las múltiples concepciones que han surgido en torno a este tema han confundido el sentido de un ser-libre, es decir, un sujeto que no se acongoja por sus actos, descartando así el juzgarlos como buenos o malos.




Suele explicarse a la libertad con un vocablo cristianizado[1], ya que, al decir que nuestro actuar libre es aquel en donde disfruto de un poder de decisión, el cual me responsabiliza de las consecuencias de mí actuar, es inevitable que la incertidumbre se apodere de mí y se comience a crear un sujeto reprimido. Es entonces que podemos decir que la libertad es sólo “la artimaña más desacreditada de los teólogos para responsabilizar a la humanidad de acuerdo con el objetivo que persiguen, esto es, para hacer que dependa de ellos” (Nietzsche, 2004, pág. 61) .




Es preciso extirpar el concepto de libertad de la existencia del sujeto, pues ésta le imposibilita el poder disfrutar el momento. Le hace perder su imagen, puesto que, sólo se mantiene firme en la necesidad de satisfacer a la sociedad que le pide que sus actos sean bondadosos, que emanen amor por los demás, que sus necesidades, tanto corporales y materiales, pasen a un segundo plano. Esto da origen a la hipocresía, a la cual se le desprecia y se le niega, no obstante, es ésta el sostén del antifaz de la libertad, de los seres que viven felices pero insatisfechos.




Es la bondad la falacia más aplaudida de la humanidad, dar sin recibir, aseveran los que dan sus migajas a los pobres, permitiéndose así alzar sus cuellos. Filántropos que juegan con la necesidad del rebaño. Es pues su libertad lo que les permite tener la abundancia que es de todos. Es pues la libertad otro ideal que es impuesto al sujeto. “La hipocresía no es una degeneración que aparezca en el hombre bueno, sino, en cierta medida, la condición requerida para llegar a la bondad” (Nietzsche, 2006, pág. 65).




Los moralistas en su afán de purgar a los instintos del sujeto han condenado a los que se atreven a transgredir su honrosa libertad. Pues aquellos que fornican sin privaciones, que defecan sin la necesidad de un retrete y que comen sin cubiertos, los han denominado libertinos. Éstos han sido nombrados los enemigos de la civilización, provocadores de los males del mundo y cómplices del apocalipsis de la humanidad.




Ahora es preciso preguntarme: ¿existen estos libertinos? La solución me entristece, pues los “buenos” han triunfado, nadie se atreve a infringir la moral libertadora, pues es quizás el camino más seguro para ser salvado, aunque no se tenga la certeza de qué o quién serás emancipado.




¿Por qué tenemos que ser libres? Solamente se necesita escuchar un poco a los instintos para entender que no hay ningún requisito para actuar, ni siquiera es necesario el pensar sí se actúa libremente o no. “El primer imperativo del instinto es que hay ciertas cosas que no se cuestionan” (Nietzsche, 2004, pág. 128). Aún estamos esperando que los sabios puedan definir a la libertad. Seguimos reprimiendo nuestros pensamientos salvajes, que exigen placer.




Ignoramos que somos feos, que nuestro cuerpo es deplorable, que estamos deformes; que la belleza es otro ideal. No tenemos la capacidad para detectar que lo bello sólo es un estándar que se impone para eliminar nuestros impulsos. Que regula cuándo debe haber sexo y qué comer. Ahora es preciso analizar el siguiente término que envenena a la individualización, que destroza la necesidad de vivir. Este concepto es quizás lo más sublime de la vida, lo que más se desea para ser dichoso, lo anterior nos remite a pensar en el amor.




II. ¿El amor una institución burguesa?




Siguiendo lo dicho por Nietzsche, he afirmado que la libertad es un engaño de los teólogos, y que ésta nos hace responsables de nuestros actos suscitando la neutralización de los instintos. Ahora trastocaré al amor, un negocio sucio y que la humanidad difunde sin mesura. ¡Qué nadie se atreva a tocar el concepto del amor! Es la amenaza de los teólogos. ¡Qué los enamorados sigan pagando por tener pasión! Con entusiasmo pregonan los capitalistas. No es mi objetivo analizar el origen o definición del amor. Mi propósito es apelar por la destrucción de éste, difuminar la niebla que desorienta al individuo en su afán de huir de la soledad.




Se ha cansado la humanidad de asegurar que el amor es un sentimiento sublime, que exige algo místico, una unión de almas y demás ridículos argumentos que defienden lo puro de algo que es oscuro. Debe aceptarse que esta afinidad es el medio por el cual te despojas de la individualidad. Un simple juego de niños farsantes, un placer que te obliga a prometer fidelidad, que te exige cumplir un contrato moral y principalmente te hace derrochar tu dinero, pues mantener viva la llama del amor, tiene un precio. Cada beso, abrazo y por supuesto el sexo, tienen un costo mayor de lo que pueden valer bellos poemas, es una cuota que la mayoría está dispuesta a pagar. Entonces ¿es el amor una institución burguesa?




El que una persona que te exprese frases que alardeen lo repugnante de tu cuerpo y además insista en que tu personalidad es única elevan la autoestima y es entonces ineludible que se esté dispuesto a pagar cualquier precio por mantener a tu lado aquellas hipócritas consignas. Por ende, nos vemos obligados a mantenernos dentro de la moral libertadora, puesto que, cuanto más estén nuestros instintos purificados más atractivo somos a los demás y el precio por nuestra compañía será mayor, por consecuencia, la ganancia para los comerciantes del amor es prolífica.




Es el miedo a estar solos y que nuestra finitud consuma lo insignificante de nuestra existencia otro motivo para que respetemos este código humano. El amor es la manera por la cual al humano se le permite prolongar su dinastía de una manera honrosa, sin criticas de la sociedad, puesto que, todo lo que se hace por amor es considerado lo más extraordinario. “En el amor y por él buscamos perpetuarnos y sólo nos perpetuamos sobre la Tierra a condición de morir, de entrega a otros nuestra vida” (Unamuno, 2003, pág. 95).




Son las mujeres cómplices de la sustanciosa ganancia que genera el amor, pues son éstas: entes que exaltan sus sentimientos y exigen ser amadas. Venden su cuerpo y lo disfrazan con la moral libertadora, dado que, su vestir provocativo que las coloca sólo como objetos de deseo, no es condenable para los moralistas, sin embargo, aquellas que abiertamente reciben un pago por la transacción de su cuerpo éstos las han llamado prostitutas. No obstante, la mujer que no desea ser llamada así se somete a los intereses de su domador, al cual adjetiva como esposo, a éste sólo le importa su cuerpo y que sea la servidumbre de su linaje. “La moral secreta, inconfesa y hasta inconsciente pero innata de las mujeres, consiste en esto: Tenemos fundado derecho a engañar a quienes se imaginan que, proveyendo económicamente a nuestra subsistencia, pueden confiscar en provecho suyo los derechos de la especie” (Schopenhauer, 2009, pág. 60).




Sin embargo, el amor ha robado al sujeto su imagen, ha hecho turbia el agua en donde éste podía ver su reflejo; le ha robado la pasión para sí mismo. Hemos sido condenados a morir cuando lo repulsivo de nuestro cuerpo sea revelado, ha llegado el tiempo para dejar de ser amados, y que el odio se apodere de la humanidad, que la envidia venza a la filantropía. Aún el individuo puede redimir su amor propio. Es tiempo de que Eco[2] enmudezca, llego la hora de que Narciso[3] siga amándose.




III. Pasión para sí mismo.




“Narciso vivirá eternamente, si nunca se conoce” (Garibay, 2006, pág. 257). Las sombras han confundido al sujeto, cree conocerse y es su imagen lo que más ignora. Somos condenados desde nuestro nacimiento a sentirnos ajenos a lo que somos, es decir, se nos somete a creer que tenemos un destino o que nosotros lo construimos, pero, es un engaño, los objetivos son imposibles, son efímeros.




Nuestra fatalidad es sometida por metas (propósitos de vida), que te exigen un esfuerzo, que te piden sudar sangre para disfrutar tu vida, y el hedonismo es guardado en el baúl de lo añorado. Piensa en tu futuro, es la filosofía de los ganadores, sin embargo, para un individuo infeliz el tiempo se hace estático. No hay prosperidad para alguien que no se somete a los códigos humanos, no se aceptan individuos que no estén dispuestos a difuminar sus defectos. Los lamentos se apoderan de las víctimas de la libertad y el amor. Se nos implora ser agradables para los demás, pues ¿quién está satisfecho sabiendo que comparte este mundo con sujetos que aceptan su fealdad?




Aceptemos pues a Narciso como ejemplo: sobrevaloremos nuestra imagen. Que ese falso reflejo sea asesinado y que renazca nuestra imagen real. Admiremos nuestra monstruosidad, contemplemos nuestra desnudez. Llenemos de grasa nuestro cuerpo, que nuestro desabrigo sea cubierto con una profunda introspección. No confundamos la pasión para sí mismo de Narciso con el Narcisismo[4], no se trata de llenar de basura nuestra imagen, sino de apasionarse por nuestra fealdad, verse completo sin superfluos accesorios capitalistas.




Es tiempo de que veamos nuestro reflejo, que se descubra un sujeto de carne y hueso. Un sujeto creado a su imagen y semejanza. Es tiempo de que los buscadores de ideales, sean contagiados del desengaño de los seguidores de Narciso. “Habla el desengaño: buscaba grandes hombres y no he encontrado más que monos imitadores de su ideal” (Nietzsche, 2004, pág. 19). Ya no hay cabida para los forjadores de libertad; ya terminó la era de los revolucionarios, que la sangre derramada por la violencia de estos embusteros se limpie con sus mantas que buscaban libertad.




Desde su nacimiento el individuo nace en la nada, es decir, no tiene ideales. Es un animal instintivo que sólo come y defeca. Este vacío innato se pretende llenar con decisiones libres y hacer dichoso con el amor, sin embargo, se debe entender que se nace sin nada y se muere de la misma manera. Es decir, la vida de un sujeto es lo que su libertinaje hizo de él. Lo instintivo es lo dichoso, es lo que debe dar abundancia, sin privaciones, sin responsabilidades. Cuando se somete las decisiones a la moral ya se está construyendo esa imagen falsa, se está renunciando a poder apasionarse de sí mismo. Es entonces la renuncia a todo lo ajeno a mí lo que forja las bases para un existencialismo nihilista. Ser un apasionado de sí mismo, no significa actuar como un ser-antisocial, porque entonces se está siendo sólo un arma más del sistema.




Se trata de convivir en paz, recibir lo que la humanidad ha creado sin la necesidad de hacerse dependiente de ello. Así mismo se compromete a corresponder dicho gesto con lo que su potencial pueda edificar, puesto que, un individuo realizado y pleno tiene un potencial infinito, ya que, explota sus intereses. El sujeto debe entender que no será guiado en el laberinto de la vida por el hilo de Ariadna[5], pues al ser guiado se está siendo ayudado a crear una fatalidad engañosa. Cuando finalmente el individuo acepte su verdadero rosto el camino a la fatalidad será más sencillo y el dolor será un concepto erradicado de su vida.




Conclusión




En conclusión, la humanidad que alardea de grandes avances tecnológicos y que busca siempre la paz se ha rebajado a ser sólo un simple rebaño controlado por un pastor que se niega a manifestar en el mundo su propagada bondad; no obstante, sus contactos en la Tierra han calmado la desesperación del individuo al decirle que es libre y que honra a su linaje fornicando con amor. La esperanza de la salvación y de una existencia inmortal han forjado en el sujeto una imagen falsa; al sentirse una creación hecha a imagen y semejanza de un ser divino se funda un reflejo sublimizado. Nos venden belleza física que sólo nos empobrece y arrebata la pujanza de poder reflejar lo real, lo que han denominado como fealdad.




Es el renacimiento de Narciso, es decir, el apasionarse por sí mismo lo que traerá al individuo su verdadera imagen la que es de carne y hueso, la que forja a los humanos que buscan los medios propios para emanciparse de la miseria cristiana y moralista. “Y este hombre concreto, de carne y hueso, es el sujeto y el supremo objeto a la vez de toda filosofía” (Unamuno, 2003, pág. 3).




Se ha asentado las bases para que se desarrolle un existencialismo nihilista, aquel que busca sacar del individuo toda falsa promesa de progreso, toda culpa de ser mortal, que desvincula al hombre de todo pecado capital y que lo lleva a no ser considerado como uno más. Así pues que todo sujeto emancipado se acerque a está corriente y la enriquezca de individualidad, y que difunda que la sociedad ha muerto con el resurgimiento de Narciso.




El hilo de Ariadna se ha roto, el hombre está solo, perdido en el caos de la vida. Ha partido del vacío de su existencia para enriquecerse de sus intereses y su único fin es la nada. Que la claridad del agua libertina muestre la imagen que repugna a teólogos y capitalistas.














[1] “Después del ideal occidental de la libertad ilimitada; después de la concepción marxista de la libertad como yugo aceptado y necesario, he aquí la verdadera definición cristiana de la libertad: la libertad es autorrestricción. La restricción de sí mismo por amor a los otros” (Encina, 1985, pág. 106).






[2] La ninfa Eco, la cual ya no podía utilizar su voz, excepto para repetir tontamente la de otra persona: un castigo por haber entretenido a Hera con largas historias mientras las concubinas de Zeus hacían su escapatoria. (Graves, 2005, pág. 94)




[3] Hermosísimo joven, hijo del río Cefiso y de la ninfa Liriope. Cuando nació, el vidente Tiresias dijo a su madre: Narciso vivirá eternamente, si nunca se conoce. Todos se enamoraban de su hermosura y lo buscaban. Desdeñoso él huía. (Garibay, 2006, pág. 257)




[4] El narcisismo es una enfermedad tanto psicológica como cultural. En el plano individual, denota un trastorno de la personalidad caracterizado por una dedicación desmesurada a la imagen en detrimento del yo. (Lowen, 1997, pág. 11)




[5] Hija de Minos y Pasifea. Cuando fue a Creta Teseo ella se enamoró locamente de él y al entrar al Laberinto para matar al Minotauro le dio una madeja de hilo para que ir andando lo fuera dejando caer y mediante él hallara el camino para regresar. (Garibay, 2006, pág. 72)










Bibliografía




Encina, G. S. (1985). URSS: ¿Reencuentro con Dios? Santiago de Chile, Chile: Andres Bello.


Garibay, Á. M. (2006). Mitología griega. México: Porrúa.

Graves, R. (2005). Los mitos griegos. España: Ariel.

Lowen, A. (1997). El narcisismo. La enfermedad de nuestros tiempos. Nueva York: Paidós.

Nietzsche, F. (2004). Cómo se filosofa a martillazos. México: Tomo.

Nietzsche, F. (2006). Más allá del bien y del mal. Estado de México: Leyenda.

Schopenhauer, A. (2009). El amor, las mujeres y la muerte y otros ensayos. México: Tomo.

Unamuno, M. d. (2003). Del sentimiento trágico de la vida. México: Porrúa.

lunes, 24 de enero de 2011

La Noche Y Tú.










sábado, 4 de diciembre de 2010

Saadia ben Josef de Fayum

Saadia Gaon es considerado uno de los principales filósofos y eruditos judíos. Nació en el año 882 en Dilaz, ubicada en la región egipcia de Fayum. Fue un autor muy prolífico, ya que, realizo obras en varias aéreas del saber tales como: derecho, poesía, liturgia, gramática, exégesis bíblica y teología filosófica. Aunque de su formación educativa se tienen pocos datos, se sabe que ésta estuvo a cargo de varios rabinos ortodoxos y algunos caraítas. Recibiendo de éstos una grandiosa construcción tanto intelectual como espiritual.

Saadia era un defensor de las tradiciones judías, las cuales corrían el riesgo de ser trasgredidas por la seducción que provocaban las traducciones de la filosofía griega al árabe, puesto que, los jóvenes sentían un mayor interés por éstas que por su propia cultura. Además de la presencia de los caraítas, los cuales eran una secta judía fundada por Anán ben David en el siglo VIII (765), estos basaban sus creencias en la interpretación estricta de las escrituras judías (Torá) y rechazaban al Talmud. Saadia se convirtió en uno de los principales enemigos de esta secta.

Saadia consideraba tanto a los racionalistas como a los caraítas como la principal causa de que las tradiciones judías estuvieran en entre dicho, por ende su objetivo se basa despertar el interés por éstas. Es entonces que comprende que la mejor manera de preservarlas es mediante la aplicación de la metodología científica y filosófica, y puesto que se carecía en su tiempo de dichas herramientas para la especulación filosófica, ya que, los rabinos de los primeros siglos, sólo se habían concentrado en la producción del Talmud. Saadia se propuso el realizar dichos instrumentos.

A la edad de 20 años realizó un diccionario con terminología hebrea, el cual ordena con base a la letra inicial de las palabras, además escribió una gramática hebrea en la cual expone las reglas de esta lengua. Saadia tenía una fascinación por el lenguaje, ya que también fungió como un filólogo árabe que era muy propio de su época. Además también fue traductor así que comienza por traducir la biblia al árabe, además de la traducción éste le agrega comentarios, estos clarificaban dificultades filosóficas y se extendían a la explicación de las implicaciones históricas y religiosas del texto. El interés que despertó la filosofía en Saadia fue alimentado por el lenguaje y el estilo de la civilización musulmana.

Al mismo tiempo Saadia comienza su campaña en contra de la secta de los Caraítas (doctrina que centralizaba al Torá como única autoridad en la vida judía), los argumentos que utilizaba era que el éxito de estos radicaba en su sencillez en su predicación tanto en la palabra como en la práctica, es decir, que su seducción venía de que era más sencilla el entender a los Caraítas que estudiar al Talmud. Sin embargo esta sencillez los llevo, según Saadia, a que sus leyes y literatura fueran limitadas.

Saadia estaba convencido de que éstos llevarían a un estancamiento a la ley bíblica ya que los Caraítas insistían en mantener un carácter inmutable y un significado literal de ésta sin ninguna posibilidad de desarrollo. Sostenía una fe inquebrantable en la divinidad de la ley talmúdica y creía en que las escrituras debían ser interpretadas y reinterpretadas esto como único medio para retener la vitalidad de la antigua herencia religiosa. La obra en donde desafía a las doctrinas Caraítas es la que llamó: “Refutaciones de Anán”.

En 915 Saadia abandona su país de origen (Egipto) y comienza un largo peregrinaje a través de los centros de enseñanza judía. Hasta establecerse en Babilonia lugar en donde la comunidad judía se encontraba bajo el mandato musulmán y la influencia de la ciencia, filosofía y literatura árabe, lo cual representaba una amenaza para que se conservara el judaísmo tanto intelectual y espiritual bajo el Islam. Ahí Saadia fue designado director de la academia de Pumbedita y se planteó el objetivo de incrementar el número de estudiantes y procurar satisfacer las necesidades financieras de la institución.

En 928 el gobernador (David ben Zakkay) de la comunidad Judía en Sura lo nombra director de la academia talmúdica de dicha ciudad, en donde éste logra convertirla en el principal centro del saber judío de la época. Aquí es cuando Saadia se le da el titulo de Gaon, que significa eminencia o excelencia, y era concedido a los directores y dirigentes espirituales de estas academias judías. No obstante a la muerte de éste también se produce la extinción del gaonato en Sura (Siria) cerrando sus puertas tras varios siglos de esplendor. Murió en Bagdad en el año 942, ciudad a donde había emigrado desde el año 932 para dedicarse a sus estudios.

Filosofía y obra

La filosofía de Saadia fue encaminada a los problemas multifacéticos del judaísmo y su sobrevivencia. Fue el primer pensador judío en presentar una filosofía del judaísmo con orientación racional la cual examinaba sus verdades y enseñanzas (del judaísmo) en función de la razón. Basado en la Torá y el Talmud defendió al judaísmo y demostró que manifestaba madurez y significado tanto como la filosofía griega.

Su obra principal fue la que tituló “Libro de las Creencias y las Opiniones”. Éste fue escrito por la preocupación que tenía Saadia por la lucha espiritual de muchos de sus contemporáneos. Saadia dice: "En mi época vi a muchos creyentes adherirse a doctrinas erróneas y falsos razonamientos. Vi hombres sumergidos en mares de dudas y cubiertos por las aguas de la confusión, y no había nadie que los pudiese rescatar de las profundidades. Dios me otorgó cierto conocimiento para ayudar a estos seres y me concedió habilidades que puedo utilizar en su beneficio. Sentí que era mi deber y mi obligación el ayudarlos y guiarlos hacia la verdad" (Shalom, 2001) .

Saadia creía que los intelectuales tenían un error al inmiscuirse en falsas creencias y errados razonamientos, por ende estos tenían dificultades para reconciliar la fe con la razón. Además entendía que los judíos tenían un desafío para conciliar a la filosofía con la ciencia. Para esto aseguraba que las enseñanzas y los mandamientos del judaísmo no tenían ningún conflicto con la razón y la lógica, con esto insistía en que la fuente de conocimiento de la tradición autentica del judaísmo es tan confiable como la razón.

Saadia no concebía una contradicción entre los conocimientos que se dan mediante la razón y aquellos que se producen por la tradición y de la fe religiosa. Porque ambos tienen como propósito llegar a la razón. Reiteraba que los intelectuales encontraban la verdad a través del razonamiento filosófico, sin embargo, la mayoría de las personas necesitaban de la revelación de las Escrituras para saber lo que es bueno y verdadero.

Aseguraba que Dios había otorgado la Torá a la humanidad para que todos los hombres, inclusive aquellos que no tenían una noción sobre la filosofía, pudieran compartir los dogmas básicos de la razón. Mediante la demostración de la armonía entre la fe y la razón (a través de su obra) en el judaísmo Saadia esperaba que se fortalecieran las creencias en el judaísmo y se dispersaran las dudas del escéptico. Por su síntesis entre razón y fe Saadia se convertirá en el principal impulsor de escolasticismo judío, síntesis que luego fue desarrolla con mayor amplitud por Maimónides.

Saadia tras haber asentado sus síntesis sobre la razón y la fe procedió a examinar las creencias específicas que eran desafiadas por los sistemas filosóficos. Como lo era la creación, la Naturaleza Divina y el hombre.

Entre sus premisas básicas se encuentran:

Sobre la Creación

• Dios creó el universo a partir de la nada. No existe la creación espontánea en la naturaleza. Todo lo que existe tiene su fuente y su origen en la fuerza creativa que es el Todopoderoso. Su objetivo es el de conferir felicidad a los seres vivos, principalmente al hombre, "corona de la creación".

• La fuerza que preserva al mundo es finita y por lo tanto el mundo también es finito, tiene un principio y un fin.

La Naturaleza Divina.

• Dios es uno, único e indefinible. Representa la esencia del poder, del conocimiento y de la vida. Es la causa de toda la existencia corpórea.

• El hombre no tiene las facultades necesarias para conocer a la figura divina. Sólo puede describirla adjudicándole facultades, acciones y sentimientos humanos. En Él confluyen tres cualidades esenciales: vida, poder y sabiduría.

Los mandamientos divinos pueden dividirse en dos categorías:

1. Leyes racionales: Se basan en la razón y tienen tres principios fundamentales:

a) La razón exige al hombre expresar gratitud a Dios, por ejemplo, a través de la oración.
b) La razón demanda que un ser humano sabio no permita que lo insulten.
c) La razón establece que los hombres no se dañen los unos a los otros.

2. Leyes tradicionales, rituales y ceremoniales: son los mandamientos ordenados por Dios pero aún en éstos se puede encontrar cierta racionalidad. Por ejemplo la prohibición de trabajar en Shabat ofrece al hombre la posibilidad de dedicarse a sus actividades espirituales.

El Hombre

• El ser humano está constituido por cuerpo y alma; ésta última tiene tres facultades esenciales: el apetito, que controla el crecimiento y la reproducción; el espíritu, que se aboca a las emociones y la razón que gobierna el conocimiento. El cuerpo funciona como instrumento para cumplir con los mandamientos divinos y de este modo alcanzar la felicidad.

• La vida es un regalo de Dios. El ser humano debe estar agradecido y debe disfrutar y apreciar este maravilloso obsequio. Cualquier persona puede alcanzar la perfección para la cual Dios lo ha destinado siempre y cuando se ciña a la verdad y cumpla sus leyes. (Shalom, 2001)



Bibliografía

Microsoft Corporation. (1993-2000). Enciclopedia® Microsoft® Encarta 2001. Madrid, España.
Mora, J. F. (1965). Diccionario de Filosofía. Buenos Aires: Sudamerica.
Proel. (2009). Promotora Española de Lingüística . Recuperado el 15 de Octubre de 2010, de http://www.proel.org/index.php?pagina=traductores/saadia
Shalom. (2001). Jinuj. Recuperado el 15 de Octubre de 2010, de http://jinuj.net/articulos/93/judasimo.saadiagaon.tribun.html

La virtud y las pasiones según Santo Tomás de Aquino

La virtud

El estudio y reflexión acerca de la virtud ha sido un tema general desde la filosofía antigua. Por ende este tema no podía ser ajeno al filósofo y teólogo Tomás de Aquino. Aristóteles había elaborado su doctrina acerca de la virtud, para él la definición de virtud pasa por la fuerza física a la fuerza y energía espiritual, o bien, la perfección de las potencias en orden para la actividad más humana, la del orden moral. Entonces la definición tomista de la virtud es fiel al pensamiento aristotélico, solamente separándose en cuestión de las virtudes teológicas (virtudes que fueron desconocidas para Aristóteles).

La concepción de Santo Tomás dice que la virtud es un hábito o disposición estable de las facultades del alma, gracias al cual ésta puede alcanzar más fácilmente los fines que le son propios. Es decir, disposición para obrar bien. Estos hábitos del alma se adquieren con el ejercicio y la repetición, y por ende nos llevan a la realización de la vida buena. A diferencia del intelectualismo moral, y siguiendo a Aristóteles, Santo Tomás consideró que para la conducta buena no es suficiente que la razón nos enseñe correctamente el deber, además es preciso que la facultad apetitiva esté bien dispuesta mediante el hábito de la virtud moral. Dado que en el alma humana encontramos el entendimiento y las facultades apetitivas (la voluntad y el apetito inferior), y que las virtudes son perfecciones de dichas facultades, entonces, podremos encontrar dos tipos generales de virtudes: las intelectuales y las morales.

Las virtudes morales, según Santo Tomás, perfeccionan las facultades o potencias apetitivas, en tanto las inferiores o apetitos sensibles, mediante estas virtudes nuestras facultades apetitivas se inclinan hacia lo conveniente y conforme al juicio de la razón. Es la repetición de los actos los que provocan en nosotros la aparición de los hábitos o disposiciones estables, gracias a los cuales nuestra alma puede obrar en determinada dirección con facilidad. Es decir, cuando estos hábitos nos predisponen adecuadamente para el cumplimiento del bien reciben el nombre de virtudes y en caso contrario de vicios.

La ética tomista considera a la virtud moral como el justo medio, ya que, el bien moral consiste en la conformidad del acto voluntario con la regla dictada por la razón, y la igualdad o conformidad es un objetivo o independiente de las peculiaridades del sujeto y consiste en dar a cada uno lo que se debe, ni más ni menos.

En el caso de la templanza y la fortaleza, virtudes que tienen como objeto el control de las pasiones (tema que abordaré más adelante), el medio virtuoso no es el mismo para todos los hombres sino que depende de las peculiaridades de cada persona y de las circunstancias. Santo Tomás para ejemplificar la idea del justo medio, utiliza el ejemplo del magnánimo: es preciso saber administrar la generosidad, pues en ella cabe el exceso y el defecto; se es magnánimo cuando se es generoso al máximo, pero se puede caer en el exceso si lo somos sin atender a las circunstancias: donde no debemos serlo, o cuando no debemos serlo, o por una razón inconveniente; y se cae en el defecto cuando no tendemos a ello cuándo y dónde es necesario.
Dado que las virtudes morales son perfecciones de las facultades apetitivas podemos fijarnos en el tipo de apetito para hacer una clasificación de las virtudes.

El siguiente esquema describe las virtudes morales más importantes:

I. Virtud que perfecciona el apetito superior o voluntad:

- la justicia: reside en la voluntad y consiste en el hábito de dar a cada uno lo que le corresponde:

• Cuando la justicia se refiere al bien de toda la comunidad se llama justicia general o legal.

• Cuando se refiere al bien de cada individuo se divide en:

o distributiva: por ella la sociedad da a cada uno de los miembros lo que le corresponde en función de sus méritos y circunstancias.

o conmutativa: rige los intercambios entre los individuos y consiste en dar lo igual por lo igual.

II. Virtudes que perfeccionan el apetito inferior (irascible y concupiscible): están relacionadas con las pasiones:

• Fortaleza: el apetito irascible es el responsable de la pasión hacia los bienes difíciles de conseguir o audacia y de la pasión hacia los males difíciles de evitar o temor; la fortaleza domina precisamente estas pasiones y nos ayuda a hacer el bien aunque alguna otra cosa nos dañe o amenace dañarnos y nos dificulte la acción buena.

• Templanza: el apetito sensitivo concupiscible nos lleva a buscar los bienes sensibles y a huir de los males sensibles, y nos puede arrastrar hacia bienes sensibles contrarios al bien de la razón. La templanza modera este apetito y nos ayuda a seguir queriendo el bien propuesto por la razón a pesar de la atracción que podamos tener hacia un bien sensible contrario; nos permite hacer el bien aunque una cosa nos guste o no nos guste.

Es común denominar “virtudes cardinales” a las cuatro virtudes fundamentales de la vida moral: prudencia, justicia, fortaleza y templanza. A estas virtudes “naturales” añade Santo Tomás otras “sobrenaturales” o teologales: tienen como objetivo Dios mismo y perfeccionan la disposición humana dirigida al orden sobrenatural: fe (creer en Dios y en su palabra revelada), esperanza (confiar en la gracia de Dios para la realización de nuestra felicidad en la vida eterna) y caridad (amar a Dios sobre todas las cosas y a los demás como a nosotros mismos por amor de Dios). Éstas son infundidas en nosotros por Dios.

A continuación, dos citas de Santo Tomás referentes a la virtud:

Santo Tomás, Suma Teológica I-II, cuestión 55, artículo 3
(...) El fin de la virtud, por tratarse de un hábito operativo, es la misma operación. Pero hay que notar que unos hábitos operativos disponen siempre para el mal, como son los hábitos viciosos; otros disponen unas veces para el bien y otras veces para el mal, como la opinión, que puede ser verdadera o falsa; la virtud, en cambio, es un hábito que dispone siempre para el bien. Por eso, para distinguir la virtud de los hábitos que disponen siempre para el mal, se dice por la que se vive rectamente; y para distinguirla de aquellos otros que unas veces inclinan al bien y otras veces al mal, se dice de la cual nadie usa mal. (...)

Santo Tomás, Suma Teológica I-II, cuestión 55, artículo 4
La virtud humana es un hábito que perfecciona al hombre para obrar bien. Ahora bien, en el hombre hay un doble principio de actos humanos, a saber, el entendimiento o razón, y el apetito, pues éstos son los dos motores que hay en el hombre, según se dice en el libro III De anima. Por consiguiente, es necesario que toda virtud humana perfeccione a uno de estos principios. Si perfecciona, pues, al entendimiento, especulativo o práctico, para el bien obrar del hombre, será una virtud intelectual; y, si perfecciona la parte apetitiva, será una virtud moral. Resulta, por tanto, que toda virtud humana o es intelectual o es moral.

Las pasiones

Para Santo Tomás, las pasiones son fuentes del dinamismo humano. Paradójicamente la pasión verdadera es acción, en su acepción propia es un cierto movimiento o conmoción según la alteración. En cuanto al número de las pasiones Aristóteles y Santo Tomás coinciden en que son once. Seis del apetito concupiscible: amor, odio, alegría o gozo, tristeza, deseo y aversión. Cinco del apetito irascible: esperanza, desesperación, audacia, temor y la ira.

El amor es la pasión fundamental y la que nos hace participar activamente en la vida del otro, ayudándolo a construir su bienestar. Amar es querer el bien del amado. El origen de todas las pasiones es el amor, pues como dijo San Agustín “el amor que desea tener lo que ama, es codicia; el que le tiene ya y goza de ello, es alegría; el amor que huye de lo que le es contrario es temor y si lo que le es contrario le sucede, es tristeza.” (Agustín, 1968). El odio es la contrariedad que se experimenta al sentirse opuesto a otra persona y se manifiesta por un estado de hostilidad permanente frente a ella. El amor y el odio son las pasiones primitivas porque de la atracción al bien, presente o ausente como de la repulsión al mal, también presente y ausente surgen respectivamente : el gozo, el deseo, la tristeza y la aversión.

La pasión del deseo es una agitación del alma que la dirige hacia el futuro y se manifiesta como un afán de conquista. Las pasiones del apetito irascible giran en torno a su objeto que es lo arduo o difícil con vistas a lograr el bien y también respecto a su acercamiento o alejamiento de él. Así, el bien visto como arduo y estimado como alcanzable, es la esperanza. La desesperación sobreviene cuando ese bien se torna inalcanzable. El mal arduo futuro visto como invencible, engendra temor y cuando se tiende hacia él para vencerlo, genera la pasión de la audacia. El mal presente considerado como posible de vencer da lugar a la ira.



Bibliografía
Agustín, S. (1968). La Ciudad de Dios. Madrid: BAC.
Ballester, P. J. (s.f.). autores catolicos. Recuperado el 25 de noviembre de 2010, de http://www.autorescatolicos.org/jesusmartiballestertr.htm
Manzanedo, M. F. (2004). Las pasiones según Santo Tomás . Salamanca, España: San Esteban.
Olleta, J. E. (23 de junio de 2009). Filosofía para maestros. Recuperado el 25 de noviembre de 2010, de http://filosofiammn.blogspot.com/2009/06/virtud-en-santo-tomas.html
Olleta, J. E. (s.f.). La torre de babel. Recuperado el 25 de noviembre de 2010, de http://www.e-torredebabel.com/Historia-de-la-filosofia/Filosofiamedievalymoderna/SantoTomas/VirtudesMorales.htm
Viejobueno, G. E. (s.f.). fortunecity. Recuperado el 25 de noviembre de 2010, de http://members.fortunecity.es/mariabo/las_pasiones_y_la_unidad.htm

miércoles, 3 de noviembre de 2010

¿Necesidad o consumo?

¿Necesidad o consumo?

(Sociedad de consumo: necesidad y miseria)
Arturo Cabrera Rivera

A diario somos bombardeados por publicidad, la cual nos provoca confundir lo que es realmente necesario para nuestro subsistir por lo que necesitamos para lucirnos ante una sociedad, que como principal requisito nos exige el adoptar los arquetipos (moda, moral, etc.) que se han creado en ella, los cuales pretenden determinar el existir del sujeto. Se vive dentro de una colectividad que como principal objetivo se plantea el obtener abundante capital, destinado a satisfacer las “necesidades” del individuo. Por ende, vivir bajo el canon de una sociedad que se basa en el dispendio material como medio para ser felices, nos aleja del poder asimilarnos como individuos autónomos para sólo sumergirnos en una masa consumista. Entonces reflexionar sobre la sociedad de consumo me remite a pensar en dos términos: necesidad y miseria.
Es necesario definir lo que entiendo por necesidad y miseria. Entonces al pensar en lo que es imprescindible para la vida se entiende que se habla de la necesidad, sin embargo, se tendría que delimitar qué es realmente necesario para la supervivencia, por lo tanto, me tendría que remitir a los discursos tanto de los políticos como de los activistas sociales y colocar al alimento, la vivienda y el vestido como lo primordial para la vida, pero entonces les estaría dando la razón a éstos.

Creo que es una tarea difícil enlistar las necesidades esenciales para el subsistir del individuo. Sí bien todo lo que nos hace felices podría ser llamado como necesidad, sería preciso plantear una interrogante: ¿En qué momento la necesidad se convierte en consumismo ? Para dar una resolución a dicha pregunta se tendría que analizar el principal motivo por el cual el consumismo es condenado por los defensores de las causas sociales.

Se necesita dinero para vivir feliz; es quizás lo que a diario se repite una persona que carece de éste, entonces se alza la voz y se genera violencia por su búsqueda, algunos piden para ellos y otros los disfrazan diciendo que luchan por toda la humanidad. Entonces, ¿qué es la miseria? Será sólo la carencia de capital, pero entonces estamos excluyendo a los pudientes de ser miserables, distinción que me niego asegurar.

Entonces llamo miseria a la falta de autonomía en la existencia del sujeto, en tanto los bienes materiales sean la prioridad y por ende seamos esclavos de las masas, somos miserables, pues carecemos de algo (autonomía) que nos distinga de otro prisionero del dispendio. No obstante al consumismo lo entiendo sólo como un término que es utilizado para adjetivar a las adquisiciones de un individuo que está dentro de una sociedad de masas , sin embargo, es inadecuada en tanto que el individuo sea autónomo, puesto que, éstas se entenderán como necesidades.

Ya que la obtención de bienes no determina el rumbo de la existencia del sujeto, sólo dan comodidad a la vida; tampoco se abusa de ellos pues el desenfreno que despierta el estar bajo el influjo de la competencia con el otro será superfluo para alguien que utiliza a la introspección como medio de autocontrol.

Sin embargo estoy consciente de que en el mundo se vive con muchas carencias materiales, mientras no haya que comer, donde vivir y que vestir, toda búsqueda de autonomía queda en segundo plano, puesto que, todo esfuerzo está concentrado en obtener estos bienes; no obstante toda solución ante la desigualdad en la que se vive, radica sólo en buenos deseos, tampoco se necesita salir a la calle a gritar y destrozar a la ciudad, siempre escudado con la etiqueta de revolución; entonces toda posible solución a la miseria económica en el mundo tiende sólo a ser ingenuos ideales, entonces se puede sentenciar que: “Todo idealismo frente a la necesidad es un engaño” (Nietzsche, 2006).

Por consecuente salir de la miseria no es echar mano de la violencia ni aceptar ser esclavo de los ricos y someterse a trabajar toda tu vida por sueldos miserables, veo la solución en la individualización del mundo, ya no vernos como humanidad, en cambio sólo seremos individuos, nuestra propia moral, ideales y demás necesidades que cada sujeto considere que sean primordiales para su existencia. Esto me lleva a condenar a todo aquel que clasifique a las necesidades, llamándolas necesidades correctas e incorrectas. Puesto que nadie debe tratar de imponer sus clasificaciones a ningún individuo tratando de apoderarse de su autonomía.

En conclusión, somos esclavos en una sociedad que sólo nos ve como uno más, sin valorar nuestra existencia. Obligándonos a buscar nuestra esencia en productos que la misma sociedad produce con el fin de someternos a sus deseos oscuros de dominarnos, sólo nos queda entender que la solución es que no hay solución; ya es el tiempo de que nos apoderemos de nuestra existencia, planteando como único objetivo el satisfacer nuestras necesidades sin clasificarlas como buenas o malas llevándonos esto a mantener una constante introspección.






1- m. Afán por comprar bienes indiscriminadamente, aunque no sean necesarios. (Word reference, 2010)

2-Según Nietzsche la autonomía del individuo pasa por una afirmación incondicional de la voluntad [de poder], por ir más allá de cualquier limitación que se le presenta a la voluntad. (Santamaría, 2008)

3-Es un término acuñado en las décadas de 1980 y 1990 para referirse a la tendencia de los individuos de las distintas comunidades a imitar el comportamiento de sus congéneres por inercia y no por voluntad propia. (Lozano, 2000)

4-f. Observación interna de los pensamientos, sentimientos o actos. (Word reference, 2010)







Bibliografía
Lozano, M. d. (2000). Mural. Recuperado el 02 de noviembre de 2010, de http://mural.uv.es/lozano/masassociedad1.html
Nietzsche. (2006). Frases y pensamiento. Recuperado el 01 de noviembre de 2010, de http://www.frasesypensamientos.com.ar/frases-de-necesidad.html
Santamaría, P. J. (2008). Galeon. Recuperado el 01 de noviembre de 2010, de http://filosofiasc.galeon.com/Compaetinietkant.pdf
Word reference. (2010). Word Reference. Recuperado el 01 de noviembre de 2010, de http://www.wordreference.com/definicion/consumismo