La utilización de la palabra filosofía, es en todo caso un juego de usos convenientes al ego del propio yo del ente pretendiente de está; proveniente de grandes pensadores, radicales en la forma de plasmar sus manifestaciones cognitivas; formulándose en dos separaciones paradójicas PHILOS (AMOR) y SOPHIA (SABIDURÍA), nos cansamos en manifestarla como “amor a la Sabiduría” enroscada en que los “filósofos” se han encargado en quitarle todo significado de predilecta, puesto que, plasman pensares incomprensibles para la sencilla capacidad de captación en la mayoría de la humanidad.
Fatigados en los múltiples intentos de discernir el significante de la palabra filosofía, se ha comenzado una materialización en el existir mismo del gremio filosófico, sacando radicalmente partes llamativas del mismo interés pensante, la metafísica es para sí misma su arma mortal, dentro del daño expuesto al concepto prematuramente muestra de ella su inestabilidad, temblorosa en el mismo fulgor por demostrar lo que es indemostrable, ya puesta al mismo ser cambia entre sí misma la forma de captación en su esencia, combinada con la apatía intelectual, demuestra la multiplicidad en la forma abstracta de la misma esencia del término.
Es por ello que la sabiduría es parte ya del deseo y se ha ausentado del interés demostrativo de la realidad, ya estando cambiada la filiación por el concepto, la filosofía es ya un concepto para “tontos”, llamarse filósofo es un tópico de orgullos y esencialmente intereses sofistas, carente de amor por el pensar en el pensar.
¿Es entonces la filosofía un juego para los que se quieren denominarse intelectuales ante su reflejo?
Es necesaria entonces un restructuración del término, demostrar que la filosofía sirve a la filosofía, ya es tiempo de una filosofía pedagógica.