sábado, 4 de diciembre de 2010

Saadia ben Josef de Fayum

Saadia Gaon es considerado uno de los principales filósofos y eruditos judíos. Nació en el año 882 en Dilaz, ubicada en la región egipcia de Fayum. Fue un autor muy prolífico, ya que, realizo obras en varias aéreas del saber tales como: derecho, poesía, liturgia, gramática, exégesis bíblica y teología filosófica. Aunque de su formación educativa se tienen pocos datos, se sabe que ésta estuvo a cargo de varios rabinos ortodoxos y algunos caraítas. Recibiendo de éstos una grandiosa construcción tanto intelectual como espiritual.

Saadia era un defensor de las tradiciones judías, las cuales corrían el riesgo de ser trasgredidas por la seducción que provocaban las traducciones de la filosofía griega al árabe, puesto que, los jóvenes sentían un mayor interés por éstas que por su propia cultura. Además de la presencia de los caraítas, los cuales eran una secta judía fundada por Anán ben David en el siglo VIII (765), estos basaban sus creencias en la interpretación estricta de las escrituras judías (Torá) y rechazaban al Talmud. Saadia se convirtió en uno de los principales enemigos de esta secta.

Saadia consideraba tanto a los racionalistas como a los caraítas como la principal causa de que las tradiciones judías estuvieran en entre dicho, por ende su objetivo se basa despertar el interés por éstas. Es entonces que comprende que la mejor manera de preservarlas es mediante la aplicación de la metodología científica y filosófica, y puesto que se carecía en su tiempo de dichas herramientas para la especulación filosófica, ya que, los rabinos de los primeros siglos, sólo se habían concentrado en la producción del Talmud. Saadia se propuso el realizar dichos instrumentos.

A la edad de 20 años realizó un diccionario con terminología hebrea, el cual ordena con base a la letra inicial de las palabras, además escribió una gramática hebrea en la cual expone las reglas de esta lengua. Saadia tenía una fascinación por el lenguaje, ya que también fungió como un filólogo árabe que era muy propio de su época. Además también fue traductor así que comienza por traducir la biblia al árabe, además de la traducción éste le agrega comentarios, estos clarificaban dificultades filosóficas y se extendían a la explicación de las implicaciones históricas y religiosas del texto. El interés que despertó la filosofía en Saadia fue alimentado por el lenguaje y el estilo de la civilización musulmana.

Al mismo tiempo Saadia comienza su campaña en contra de la secta de los Caraítas (doctrina que centralizaba al Torá como única autoridad en la vida judía), los argumentos que utilizaba era que el éxito de estos radicaba en su sencillez en su predicación tanto en la palabra como en la práctica, es decir, que su seducción venía de que era más sencilla el entender a los Caraítas que estudiar al Talmud. Sin embargo esta sencillez los llevo, según Saadia, a que sus leyes y literatura fueran limitadas.

Saadia estaba convencido de que éstos llevarían a un estancamiento a la ley bíblica ya que los Caraítas insistían en mantener un carácter inmutable y un significado literal de ésta sin ninguna posibilidad de desarrollo. Sostenía una fe inquebrantable en la divinidad de la ley talmúdica y creía en que las escrituras debían ser interpretadas y reinterpretadas esto como único medio para retener la vitalidad de la antigua herencia religiosa. La obra en donde desafía a las doctrinas Caraítas es la que llamó: “Refutaciones de Anán”.

En 915 Saadia abandona su país de origen (Egipto) y comienza un largo peregrinaje a través de los centros de enseñanza judía. Hasta establecerse en Babilonia lugar en donde la comunidad judía se encontraba bajo el mandato musulmán y la influencia de la ciencia, filosofía y literatura árabe, lo cual representaba una amenaza para que se conservara el judaísmo tanto intelectual y espiritual bajo el Islam. Ahí Saadia fue designado director de la academia de Pumbedita y se planteó el objetivo de incrementar el número de estudiantes y procurar satisfacer las necesidades financieras de la institución.

En 928 el gobernador (David ben Zakkay) de la comunidad Judía en Sura lo nombra director de la academia talmúdica de dicha ciudad, en donde éste logra convertirla en el principal centro del saber judío de la época. Aquí es cuando Saadia se le da el titulo de Gaon, que significa eminencia o excelencia, y era concedido a los directores y dirigentes espirituales de estas academias judías. No obstante a la muerte de éste también se produce la extinción del gaonato en Sura (Siria) cerrando sus puertas tras varios siglos de esplendor. Murió en Bagdad en el año 942, ciudad a donde había emigrado desde el año 932 para dedicarse a sus estudios.

Filosofía y obra

La filosofía de Saadia fue encaminada a los problemas multifacéticos del judaísmo y su sobrevivencia. Fue el primer pensador judío en presentar una filosofía del judaísmo con orientación racional la cual examinaba sus verdades y enseñanzas (del judaísmo) en función de la razón. Basado en la Torá y el Talmud defendió al judaísmo y demostró que manifestaba madurez y significado tanto como la filosofía griega.

Su obra principal fue la que tituló “Libro de las Creencias y las Opiniones”. Éste fue escrito por la preocupación que tenía Saadia por la lucha espiritual de muchos de sus contemporáneos. Saadia dice: "En mi época vi a muchos creyentes adherirse a doctrinas erróneas y falsos razonamientos. Vi hombres sumergidos en mares de dudas y cubiertos por las aguas de la confusión, y no había nadie que los pudiese rescatar de las profundidades. Dios me otorgó cierto conocimiento para ayudar a estos seres y me concedió habilidades que puedo utilizar en su beneficio. Sentí que era mi deber y mi obligación el ayudarlos y guiarlos hacia la verdad" (Shalom, 2001) .

Saadia creía que los intelectuales tenían un error al inmiscuirse en falsas creencias y errados razonamientos, por ende estos tenían dificultades para reconciliar la fe con la razón. Además entendía que los judíos tenían un desafío para conciliar a la filosofía con la ciencia. Para esto aseguraba que las enseñanzas y los mandamientos del judaísmo no tenían ningún conflicto con la razón y la lógica, con esto insistía en que la fuente de conocimiento de la tradición autentica del judaísmo es tan confiable como la razón.

Saadia no concebía una contradicción entre los conocimientos que se dan mediante la razón y aquellos que se producen por la tradición y de la fe religiosa. Porque ambos tienen como propósito llegar a la razón. Reiteraba que los intelectuales encontraban la verdad a través del razonamiento filosófico, sin embargo, la mayoría de las personas necesitaban de la revelación de las Escrituras para saber lo que es bueno y verdadero.

Aseguraba que Dios había otorgado la Torá a la humanidad para que todos los hombres, inclusive aquellos que no tenían una noción sobre la filosofía, pudieran compartir los dogmas básicos de la razón. Mediante la demostración de la armonía entre la fe y la razón (a través de su obra) en el judaísmo Saadia esperaba que se fortalecieran las creencias en el judaísmo y se dispersaran las dudas del escéptico. Por su síntesis entre razón y fe Saadia se convertirá en el principal impulsor de escolasticismo judío, síntesis que luego fue desarrolla con mayor amplitud por Maimónides.

Saadia tras haber asentado sus síntesis sobre la razón y la fe procedió a examinar las creencias específicas que eran desafiadas por los sistemas filosóficos. Como lo era la creación, la Naturaleza Divina y el hombre.

Entre sus premisas básicas se encuentran:

Sobre la Creación

• Dios creó el universo a partir de la nada. No existe la creación espontánea en la naturaleza. Todo lo que existe tiene su fuente y su origen en la fuerza creativa que es el Todopoderoso. Su objetivo es el de conferir felicidad a los seres vivos, principalmente al hombre, "corona de la creación".

• La fuerza que preserva al mundo es finita y por lo tanto el mundo también es finito, tiene un principio y un fin.

La Naturaleza Divina.

• Dios es uno, único e indefinible. Representa la esencia del poder, del conocimiento y de la vida. Es la causa de toda la existencia corpórea.

• El hombre no tiene las facultades necesarias para conocer a la figura divina. Sólo puede describirla adjudicándole facultades, acciones y sentimientos humanos. En Él confluyen tres cualidades esenciales: vida, poder y sabiduría.

Los mandamientos divinos pueden dividirse en dos categorías:

1. Leyes racionales: Se basan en la razón y tienen tres principios fundamentales:

a) La razón exige al hombre expresar gratitud a Dios, por ejemplo, a través de la oración.
b) La razón demanda que un ser humano sabio no permita que lo insulten.
c) La razón establece que los hombres no se dañen los unos a los otros.

2. Leyes tradicionales, rituales y ceremoniales: son los mandamientos ordenados por Dios pero aún en éstos se puede encontrar cierta racionalidad. Por ejemplo la prohibición de trabajar en Shabat ofrece al hombre la posibilidad de dedicarse a sus actividades espirituales.

El Hombre

• El ser humano está constituido por cuerpo y alma; ésta última tiene tres facultades esenciales: el apetito, que controla el crecimiento y la reproducción; el espíritu, que se aboca a las emociones y la razón que gobierna el conocimiento. El cuerpo funciona como instrumento para cumplir con los mandamientos divinos y de este modo alcanzar la felicidad.

• La vida es un regalo de Dios. El ser humano debe estar agradecido y debe disfrutar y apreciar este maravilloso obsequio. Cualquier persona puede alcanzar la perfección para la cual Dios lo ha destinado siempre y cuando se ciña a la verdad y cumpla sus leyes. (Shalom, 2001)



Bibliografía

Microsoft Corporation. (1993-2000). Enciclopedia® Microsoft® Encarta 2001. Madrid, España.
Mora, J. F. (1965). Diccionario de Filosofía. Buenos Aires: Sudamerica.
Proel. (2009). Promotora Española de Lingüística . Recuperado el 15 de Octubre de 2010, de http://www.proel.org/index.php?pagina=traductores/saadia
Shalom. (2001). Jinuj. Recuperado el 15 de Octubre de 2010, de http://jinuj.net/articulos/93/judasimo.saadiagaon.tribun.html

La virtud y las pasiones según Santo Tomás de Aquino

La virtud

El estudio y reflexión acerca de la virtud ha sido un tema general desde la filosofía antigua. Por ende este tema no podía ser ajeno al filósofo y teólogo Tomás de Aquino. Aristóteles había elaborado su doctrina acerca de la virtud, para él la definición de virtud pasa por la fuerza física a la fuerza y energía espiritual, o bien, la perfección de las potencias en orden para la actividad más humana, la del orden moral. Entonces la definición tomista de la virtud es fiel al pensamiento aristotélico, solamente separándose en cuestión de las virtudes teológicas (virtudes que fueron desconocidas para Aristóteles).

La concepción de Santo Tomás dice que la virtud es un hábito o disposición estable de las facultades del alma, gracias al cual ésta puede alcanzar más fácilmente los fines que le son propios. Es decir, disposición para obrar bien. Estos hábitos del alma se adquieren con el ejercicio y la repetición, y por ende nos llevan a la realización de la vida buena. A diferencia del intelectualismo moral, y siguiendo a Aristóteles, Santo Tomás consideró que para la conducta buena no es suficiente que la razón nos enseñe correctamente el deber, además es preciso que la facultad apetitiva esté bien dispuesta mediante el hábito de la virtud moral. Dado que en el alma humana encontramos el entendimiento y las facultades apetitivas (la voluntad y el apetito inferior), y que las virtudes son perfecciones de dichas facultades, entonces, podremos encontrar dos tipos generales de virtudes: las intelectuales y las morales.

Las virtudes morales, según Santo Tomás, perfeccionan las facultades o potencias apetitivas, en tanto las inferiores o apetitos sensibles, mediante estas virtudes nuestras facultades apetitivas se inclinan hacia lo conveniente y conforme al juicio de la razón. Es la repetición de los actos los que provocan en nosotros la aparición de los hábitos o disposiciones estables, gracias a los cuales nuestra alma puede obrar en determinada dirección con facilidad. Es decir, cuando estos hábitos nos predisponen adecuadamente para el cumplimiento del bien reciben el nombre de virtudes y en caso contrario de vicios.

La ética tomista considera a la virtud moral como el justo medio, ya que, el bien moral consiste en la conformidad del acto voluntario con la regla dictada por la razón, y la igualdad o conformidad es un objetivo o independiente de las peculiaridades del sujeto y consiste en dar a cada uno lo que se debe, ni más ni menos.

En el caso de la templanza y la fortaleza, virtudes que tienen como objeto el control de las pasiones (tema que abordaré más adelante), el medio virtuoso no es el mismo para todos los hombres sino que depende de las peculiaridades de cada persona y de las circunstancias. Santo Tomás para ejemplificar la idea del justo medio, utiliza el ejemplo del magnánimo: es preciso saber administrar la generosidad, pues en ella cabe el exceso y el defecto; se es magnánimo cuando se es generoso al máximo, pero se puede caer en el exceso si lo somos sin atender a las circunstancias: donde no debemos serlo, o cuando no debemos serlo, o por una razón inconveniente; y se cae en el defecto cuando no tendemos a ello cuándo y dónde es necesario.
Dado que las virtudes morales son perfecciones de las facultades apetitivas podemos fijarnos en el tipo de apetito para hacer una clasificación de las virtudes.

El siguiente esquema describe las virtudes morales más importantes:

I. Virtud que perfecciona el apetito superior o voluntad:

- la justicia: reside en la voluntad y consiste en el hábito de dar a cada uno lo que le corresponde:

• Cuando la justicia se refiere al bien de toda la comunidad se llama justicia general o legal.

• Cuando se refiere al bien de cada individuo se divide en:

o distributiva: por ella la sociedad da a cada uno de los miembros lo que le corresponde en función de sus méritos y circunstancias.

o conmutativa: rige los intercambios entre los individuos y consiste en dar lo igual por lo igual.

II. Virtudes que perfeccionan el apetito inferior (irascible y concupiscible): están relacionadas con las pasiones:

• Fortaleza: el apetito irascible es el responsable de la pasión hacia los bienes difíciles de conseguir o audacia y de la pasión hacia los males difíciles de evitar o temor; la fortaleza domina precisamente estas pasiones y nos ayuda a hacer el bien aunque alguna otra cosa nos dañe o amenace dañarnos y nos dificulte la acción buena.

• Templanza: el apetito sensitivo concupiscible nos lleva a buscar los bienes sensibles y a huir de los males sensibles, y nos puede arrastrar hacia bienes sensibles contrarios al bien de la razón. La templanza modera este apetito y nos ayuda a seguir queriendo el bien propuesto por la razón a pesar de la atracción que podamos tener hacia un bien sensible contrario; nos permite hacer el bien aunque una cosa nos guste o no nos guste.

Es común denominar “virtudes cardinales” a las cuatro virtudes fundamentales de la vida moral: prudencia, justicia, fortaleza y templanza. A estas virtudes “naturales” añade Santo Tomás otras “sobrenaturales” o teologales: tienen como objetivo Dios mismo y perfeccionan la disposición humana dirigida al orden sobrenatural: fe (creer en Dios y en su palabra revelada), esperanza (confiar en la gracia de Dios para la realización de nuestra felicidad en la vida eterna) y caridad (amar a Dios sobre todas las cosas y a los demás como a nosotros mismos por amor de Dios). Éstas son infundidas en nosotros por Dios.

A continuación, dos citas de Santo Tomás referentes a la virtud:

Santo Tomás, Suma Teológica I-II, cuestión 55, artículo 3
(...) El fin de la virtud, por tratarse de un hábito operativo, es la misma operación. Pero hay que notar que unos hábitos operativos disponen siempre para el mal, como son los hábitos viciosos; otros disponen unas veces para el bien y otras veces para el mal, como la opinión, que puede ser verdadera o falsa; la virtud, en cambio, es un hábito que dispone siempre para el bien. Por eso, para distinguir la virtud de los hábitos que disponen siempre para el mal, se dice por la que se vive rectamente; y para distinguirla de aquellos otros que unas veces inclinan al bien y otras veces al mal, se dice de la cual nadie usa mal. (...)

Santo Tomás, Suma Teológica I-II, cuestión 55, artículo 4
La virtud humana es un hábito que perfecciona al hombre para obrar bien. Ahora bien, en el hombre hay un doble principio de actos humanos, a saber, el entendimiento o razón, y el apetito, pues éstos son los dos motores que hay en el hombre, según se dice en el libro III De anima. Por consiguiente, es necesario que toda virtud humana perfeccione a uno de estos principios. Si perfecciona, pues, al entendimiento, especulativo o práctico, para el bien obrar del hombre, será una virtud intelectual; y, si perfecciona la parte apetitiva, será una virtud moral. Resulta, por tanto, que toda virtud humana o es intelectual o es moral.

Las pasiones

Para Santo Tomás, las pasiones son fuentes del dinamismo humano. Paradójicamente la pasión verdadera es acción, en su acepción propia es un cierto movimiento o conmoción según la alteración. En cuanto al número de las pasiones Aristóteles y Santo Tomás coinciden en que son once. Seis del apetito concupiscible: amor, odio, alegría o gozo, tristeza, deseo y aversión. Cinco del apetito irascible: esperanza, desesperación, audacia, temor y la ira.

El amor es la pasión fundamental y la que nos hace participar activamente en la vida del otro, ayudándolo a construir su bienestar. Amar es querer el bien del amado. El origen de todas las pasiones es el amor, pues como dijo San Agustín “el amor que desea tener lo que ama, es codicia; el que le tiene ya y goza de ello, es alegría; el amor que huye de lo que le es contrario es temor y si lo que le es contrario le sucede, es tristeza.” (Agustín, 1968). El odio es la contrariedad que se experimenta al sentirse opuesto a otra persona y se manifiesta por un estado de hostilidad permanente frente a ella. El amor y el odio son las pasiones primitivas porque de la atracción al bien, presente o ausente como de la repulsión al mal, también presente y ausente surgen respectivamente : el gozo, el deseo, la tristeza y la aversión.

La pasión del deseo es una agitación del alma que la dirige hacia el futuro y se manifiesta como un afán de conquista. Las pasiones del apetito irascible giran en torno a su objeto que es lo arduo o difícil con vistas a lograr el bien y también respecto a su acercamiento o alejamiento de él. Así, el bien visto como arduo y estimado como alcanzable, es la esperanza. La desesperación sobreviene cuando ese bien se torna inalcanzable. El mal arduo futuro visto como invencible, engendra temor y cuando se tiende hacia él para vencerlo, genera la pasión de la audacia. El mal presente considerado como posible de vencer da lugar a la ira.



Bibliografía
Agustín, S. (1968). La Ciudad de Dios. Madrid: BAC.
Ballester, P. J. (s.f.). autores catolicos. Recuperado el 25 de noviembre de 2010, de http://www.autorescatolicos.org/jesusmartiballestertr.htm
Manzanedo, M. F. (2004). Las pasiones según Santo Tomás . Salamanca, España: San Esteban.
Olleta, J. E. (23 de junio de 2009). Filosofía para maestros. Recuperado el 25 de noviembre de 2010, de http://filosofiammn.blogspot.com/2009/06/virtud-en-santo-tomas.html
Olleta, J. E. (s.f.). La torre de babel. Recuperado el 25 de noviembre de 2010, de http://www.e-torredebabel.com/Historia-de-la-filosofia/Filosofiamedievalymoderna/SantoTomas/VirtudesMorales.htm
Viejobueno, G. E. (s.f.). fortunecity. Recuperado el 25 de noviembre de 2010, de http://members.fortunecity.es/mariabo/las_pasiones_y_la_unidad.htm