jueves, 23 de junio de 2011

Repetición, angustia e indulgencia

Punto uno

En cada mañana los dos parecen tres. Lámparas en lunas de queso. Ratones que aman robarle las lágrimas al ciego. En algún día sin tiempo. Pequeño. Dimensiones retóricas en madrugadores faros. Guías del sol. Alas. Tan asquerosas plumas.

Arturo en salsa roja.

Miserable amor. Tan canción. Poesía en peticiones. Cantares en espera de ser escuchados. Cucharadas de salsa para el insípido soñador. Sospechoso.

Hueso material de mujer inmaterial.

Espacio impalpable. Mensajes sin palomas. Escrituras en letras que nadie podrá entender. Caníbal de espíritus somníferos. Barras y aguas. Las guitarras vomitan versos. Los cielos estultos esperan la llegada de una mujer. La mujer inmaterial. Espectro de almas inocentes.

Ángel

En el día que no amaneció, el ángel se sentó y lloró. Se reprochaba por no ser un ángel.

Mañana es sábado

En tus ojos mañana será sábado. Hoy quédate en lo prohibido de algo que no tiene tiempo. En sábado nada se podrá salvar. En tus ojos el universo descansa y destruye.

lunes, 6 de junio de 2011

Exposición del innatismo cartesiano y su contraposición lockeana



















I.- Introducción


En el pensamiento cartesiano uno de los tópicos más estudiados es su innatismo, mediante el cual se resuelven cuestiones epistemológicas, ya que, son estas ideas determinadas como las únicas verdades. “Las ideas verdaderas nacidas conmigo, de las cuales es la de Dios la primera y principal” (Descartes, 2006, pág. 160). Este escrito pretende mostrar de una manera descriptiva el planteamiento de esta temática por parte del llamado Padre de la modernidad.

Así, como también su contraste llevado a cabo por el filósofo inglés John Locke, cuyo afán radica en implantar a la experiencia como la generadora de todo saber. Esta contraposición entre lo manifestado por Descartes en su racionalismo y la posición empirista de Locke más allá de ser tomada tan sólo como una disputa dentro de la historia de la filosofía es un tema de reflexión aún muy actual, ya que, la búsqueda de una fuente para validar el conocimiento es vigente hasta nuestros días.

II.- Desarrollo

Innatismo cartesiano

Para explicar esta tesis del pensamiento de Descartes podemos partir de la pregunta: ¿Qué entiende el cartesianismo por idea? Éste percibe a las ideas como contenidos mentales, los cuales poseen la capacidad de representar cosas. “De entre mis pensamientos, unos son como imágenes de cosas, y a éstos solo conviene con propiedad el nombre de idea” (Descartes, 2006, pág. 129).

No obstante, es también preciso señalar una distinción que este pensador hace entre lo que es una imagen y una idea. Específicamente las ideas son formas del intelecto y las imágenes son sucesos cerebrales que corresponden a la imaginación, en consecuencia, éstas se encuentran imposibilitadas para poder por sí mismas acceder al alma . “Imaginar no es sino contemplar la figura o imagen de una cosa corpórea” (Descartes, 2006, pág. 119).

Una definición clásica de idea es la dada por Platón el cual concibió también el innatismo en el hombre, no obstante, lo entendido por Descartes es distinto de lo platónico, puesto que, como ya se mencionó para el primero éstas representan contenidos mentales mientras que para el pensador griego son moldes o arquetipos de los cuales han sido creadas las cosas materiales, además, de que las ideas son independientes de la mente humana y representan la realidad auténtica, en consecuencia, éstas no se encuentran en la realidad física sino en un mundo inteligible (Topus Urano).

Descartes, distinguió tres tipos de ideas: las innatas, las adventicias, las fácticas. “Esas ideas, unas me parecen nacidas conmigo, otras extrañas y venidas de fuera, y otras hechas e inventas por mí mismo” (Descartes, 2006, pág. 130). Esta distinción la realiza en torno a discernir la existencia de cosas fuera del yo-pensante, es decir, mediante el principio de pienso, existo (cogito, sum) Descartes, dejó en claro que el hombre es un ser pensante, por ende, un individuo que tiene ideas.

“Se forman todas imágenes de las cosas que residen en nuestro pensamiento, ya sean verdaderas y reales, ya fingidas y fantásticas” (Descartes, 2006, pág. 110). Por tanto, éste no puede estar seguro si las nociones que posee corresponden a las cosas pertenecientes a la realidad exterior.
Por ideas adventicias, se entiende aquellas que son producidas por el exterior a través de los sentidos. Es decir, son consecuencia del mundo exterior transmitido por lo sensible, por consecuente, son explicadas a partir de la experiencia perceptual que se tiene del mundo. Por lo tanto, son éstas las que permiten el conocimiento empírico. “Tales ideas no dependen de mi voluntad, pues a menudo se me presentan a pesar mío” (Descartes, 2006, pág. 131). Por su parte las ideas facticias, son producto de la propia consciencia mediante el uso de la imaginación, es decir, dependen del poder de ésta. Son construidas a partir de otras ideas.

En lo que respecta a las ideas innatas (que son el objeto de este escrito), el cartesianismo las entiende como el contenido mental que no dependen de la experiencia ni de la imaginación; así pues son comprendidas como las únicas verdades claras y distintas, de las cuales Dios representa la principal. “y más aún: la idea por la que concibo un Dios supremo, eterno, infinito, inmutable, omnisciente, omnipotente y creador universal de todas las cosas que están fuera de él, esa idea, digo ciertamente tiene en sí más realidad objetiva que las que me representan sustancias finitas”. (Descartes, 2006, pág. 133)

Descartes, además, asegura que estas ideas son implantadas en nuestro entendimiento por Dios. ¿Qué se entiende por Dios en este pensamiento? “Por Dios entiendo una sustancia infinita, eterna, inmutable, independiente, omnisciente, omnipotente, que me ha creado a mí mismo y a todas las demás cosas que existen (si es que existe alguna)” (Descartes, 2006, pág. 137).

Al ser poseedor de ideas innatas se tiene la capacidad de pensar, por ende, el cartesianismo no se limitó en un innatismo de los conceptos, sino también manifestó la existencia de principios innatos. Es decir, Descartes consideró a la experiencia perceptual como insuficiente para establecer verdades universales, sin embargo, se cuestiona el porqué entonces tenemos verdades universales concluyendo que éstas son producto de la naturaleza de la propia razón.

Para entender el innatismo cartesiano debemos comprender el sentido que le atribuido a éste. Descartes, no consideró que las ideas innatas se mantengan en un estado de disponibilidad continua a nuestro deseo, sino que deseo comprobar que la experiencia carece de la capacidad para validar los contenidos mentales, así se entiende que está facultad es propia de la naturaleza de la mente.

Por ende, se entiende que toda idea clara que se tiene es innata y a su vez también el conocimiento que procede los principios universales (con esto se determina la actividad del espíritu). Al afirmar esto se fomenta que la idea de carácter deductivo de las ciencias (mediante el uso del método) provocando así un cierto olvido de la experimentación. “En cuanto a las ideas claras y distintas que tengo de las cosas corpóreas, hay algunas que me parece he podido obtener de la idea que tengo de mí mismo; así, las de sustancia, duración, número y otras semejanzas”. (Descartes, 2006, pág. 136).

Contraposición lockeana

Habiendo expuesto a lo referente al innatismo cartesianismo, éste al afirmar la actividad mental como algo innato desacredita a la experiencia como algo que puede otorgar conocimiento seguro a la mente humana. Dentro de las reacciones que se produjeron alrededor de estas afirmaciones se encuentra el filósofo empirista John Locke, el cual se propuso demostrar la inexistencia de estas ideas y principios, en su intención trata de imponer a la percepción de lo exterior como lo que da saber al individuo.

La crítica hecha por Locke parte de la aseveración de que no existe un consenso universal en donde los seres humanos estén de acuerdo con la existencia de principios morales y especulativos, por ejemplo la idea de Dios, que se entendería como una idea innata. “No hay nada que tan comúnmente se dé por sentado como el que existen ciertos principios, especulativos y prácticos (pues de ambos se habla, en los que la humanidad se halla universalmente de acuerdo”. (Locke, 2005, pág. 23)

La postura lockeana trata de implantar a la experiencia como lo que otorga el conocimiento al ser humano, además, de que mediante ésta también se comprueba la falsedad de los consensos universales. “Cómo los hombres, mediante el uso exclusivo de sus facultades naturales, pueden alcanzar todo el conocimiento que poseen sin ayuda de ninguna impresión innata” (Locke, 2005, pág. 23). Ese cuestionar lo responde asegurando que los principios especulativos (innatos), son improbables, ya que, los niños e idiotas carecen de tales principios. “En primer lugar, resulta evidente que niños e idiotas no poseen la menor comprensión o pensamiento de ellos” (Locke, 2005, pág. 24)

Con dicha distinción es precisamente como Locke ve a los principios de lo que es, es y es imposible que la misma cosa sea y no sea; con esa incomprensibilidad demuestra que estos principios no son innatos. “No obstante, me tomo la libertad de decir que tales proposiciones se hallan tan lejos de contar con el asentamiento universal que existe una gran parte de la humanidad para la cual ni siquiera son conocidas”. (Locke, 2005, pág. 24)

Las refutaciones empiristas de Locke claramente siguen los principios de esta postura, pues además, de afirmar que no existe ningún principio originario ni idea moral innata, ya que, todo se adquiere mediante la experiencia, inclusive el lenguaje. Sin embargo, la afirmación que se opone totalmente al planteamiento cartesiano, al asegurar que el entendimiento humano al nacer es una tabula rasa, es decir, un papel en blanco. “Supongamos entonces que la mente está, según se dice, como un papel en blanco, limpio de cualquier impresión sin ninguna idea. (Locke, 2005, pág. 71)

Entonces, el entendimiento del individuo como un papel en blanco se va llenando en base a la misma experiencia de éste. “¿De dónde saca todos los materiales de la razón y el conocimiento? A esto respondo con una palabra: de la EXPERIENCIA. En ella se funda todo nuestro conocimiento, y de ella deriva en última instancia” (Locke, 2005, pág. 71). Es precisamente este argumento lo que se antepone a las aseveraciones epistemológicas cartesianas.

III. Conclusión

En resumen, este trabajo ha tratado de mostrar la discrepancia entre el pensamiento de Descartes y el de Locke. Particularmente, en lo que respecta a la consideración de un innatismo presente en el entendimiento humano (Descartes), y la respuesta que lo descalifica totalmente dejando solamente a la experiencia del mundo sensible como la generadora de ideas (Locke).

Estos pensamientos más de poder ser considerados como factores para formar dicotomías el trabajo filosófico, han sido intentos por disgregar la interrogante del cómo y de dónde procede nuestro entendimiento, porque es algo muy sencillo entregarse a lo ya dado, no obstante, el buscar dar respuesta es precisamente lo valioso para rescatar el pensamiento y labor de los filósofos modernos, los cuales trataron de reformular la manera dogmática de hacer conocimiento. “Cuando los hombres descubrieron ciertas proposiciones generales de las cuales no podía dudarse en cuanto eran comprendidas, sé que esto fue camino corto y fácil para concluir que eran innatas” (Locke, 2005, pág. 67).

En conclusión, tanto el trabajo cartesiano como el lockeano son un punto de partida para cuestionarte en torno a la existencia o inexistencia de conocimiento válido para lo cual debemos mantener una postura filosófica que parta de bases metódicas y de la reflexión de sí mismo. “Soy una cosa que piensa, es decir, que duda, afirma, niega, conoce unas pocas, ignora otras muchas, ama, odia, quiere, no quiere, y que también imagina y siente”. (Descartes, 2006, pág. 127)




Bibliografía

Descartes, R. (2006). Meditaciones Metafísicas. México, D.F.: Tomo.
Locke, J. (2005). Ensayo sobre el entendimiento humano. México, D.F.: Porrúa.