Perdidamente enamorado de mi rodilla izquierda, le dedico este intento de poema.
Balanceándome en torpes pasos
y enervándome con anestésicos baratos,
voy tratando de soñar;
en cuatro esquinas corro sin cesar.
Anhelo pelear con el dolor,
pero caigo en el primer raund;
con mis revolcadas de dolor
el halo victorioso escolta a mi articulación.
La miro con deseos de odiarla
pero mis chillidos calman las ganas.
Esfumo el afán de combatir
y me entrego a las tersas manos de la medicina.
Inhalo el aroma de la gloria,
como espécimen privilegiado
me pierdo en los campos
andando en tres “patas”.
Tendones, meniscos y ligamentos
todos a un coro sonríen por mi suplicio.