“La única vez que fui popular”
Los preparativos de aquella fiesta transcurrían en calma, parecía que se acabaría el mundo después de aquel pomposo festejo; eran los quince años de Marianita la hija menor de la familia López Rivera los “ricos” de la colonia, los que visten de tianguis pero de marca.
Marianita es por la que mueren todos los de la secundaria, aunque no es muy bonita es la más popular, ni hablar eso es suficiente para atraer a cuanto puberto quieras. Yo soy Erika del salón la “nerd” y de tener muchos amigos no puedo presumir, nunca había sido muy amiga de Mariana, eso me decía que no asistiría al evento que todo el mundo mataría por estar ahí.
Mis padres me obligaron a que me acercara a ella, aunque ni siquiera ella sabía mi nombre; mi madre insistió tanto que lo mejor era que por lo menos cruzara unas palabritas con ella:
-ándale ¡mija!, tienes que lograr una recepción para tu familia, en esa fiesta estará la alta sociedad, estarán los Martínez y los Pérez. No podemos faltar.
-pero ¡mamá!, Mariana es muy diferente a mi, como podre obtener la invitación si no es mi amiga.
- pues no se, pero, tenemos que estar en la fiesta. Y es mi última palabra, ¡entendiste!
La mañana siguiente, sólo tenia en mente conseguir esa recepción, si la tenia que robar o pedir de rodillas, no me quedaba otra opción, pero a mi casa no volvía sin una invitación. Mi madre me castigaría de por vida si no asistía a tan importante evento.
Llego la última hora de clases, y tenia que acercarme; temía ser rechazada, como una “popular” le podía hablar a la “nerd”, pero no había de otra era un poquito de burla o ser castigada:
-¿Mariana?
-si, yo soy Mariana.
Con un tono irónico y una ligera sonrisa de burla en su rostro, pero ya estaba de gane, tenia su atención.
-sólo quería saber si no te sobraba una invitación para tu fiesta, es que pues ya es el sábado y no me ha llegado la invitación, como a todo el salón.
-perdóname, ¿Como es que te llamas?
-Erika, estamos juntas desde el preescolar.
-perdóname Erika, soy muy distraída. Mañana mismos te la traigo.
-muchas gracias la esperare con grandes ansias.
Sentí sus burlas al darme la vuelta, pero ya tenia con que calmar a mi madre, podría asistir a esa bonita fiesta. Al llegar a casa el primer saludo fue el de mi papá:
-¡Erika!, lograste obtener la invitación.
-si padre, mañana me la dará en la escuela.
-muy bien, esa es mi hija. Ya oíste vieja, los Gómez Gutiérrez asistirán a la fiesta de los ricos.
Mi madre parecía que había ganado la lotería, brincaba y gritaba de la emoción que la embargaba, me dio miles de besos y abrazos, los te quiero no podían faltar. No pudieron esperar más esa misma tarde, mi madre me llevo a comprar ropa para el evento:
-no tienes ropa, con tus harapos no vas a ir, que dirán mis amistades.
-pero madre, yo no quiero ropa, prefiero ese libro que tanto te he pedido.
-no Erika, lo principal es ir bien vestidas a la fiesta.
No quedo de otra, recorrimos las mejores tiendas de la colonia, visitamos las boutiques de mayor popularidad, mi madre gasto hasta mis ahorros pero de que íbamos ir guapas eso no era cuestionable.
A la mañana siguiente, y a la primera hora me entregó mi invitación:
-aquí esta tu invitación Erika.
-muchas gracias, mi familia esta muy agradecida de que la hayas invitado.
-no tienes que agradecer, en mi casa nos gusta sentir lastima por los que no tienen una vida tan maravillosa como la nuestra.
No pude pronunciar una palabra más, sólo baje la mirada y camine a mi pupitre, mi familia revoloteaba por la fiesta, yo sólo quería tener un libro de Mario Benedetti, pero bueno les había dado una alegría a mis padres, estaba satisfecha.
Llego el día de la fiesta, desde temprano visite la estética, los chinos de la cabellera de mi madre que radicaban en lo perfecto indicaban que en la fiesta nadie podría dejar de mirarla, yo sólo alacié un poquito mi cabello. Mi madre contaba las horas para irnos y mi padre fumaba cigarrillo tras cigarrillo, los nervios de ver cara a cara a los López no era cualquier cosa, se decía que todo aquel que estrechaba sus manos era merecedor del respeto de todo el municipio, la misión de mi padre era estrechar su mano con el Sr. Felipe López.
-Erika, hija apúrate que no vez la hora, ya vamos tarde.
-ya voy madre, sólo que no me siento comoda con la ropa que me compraste.
Nunca había usado minifalda ni blusas con escote, me sentia casi desnuda, pero no había más, me tenia apurar o mis padres me dejaban.
-Erika, si no bajas en 5 minutos nos vamos a ir sin ti.
- ya voy papá.
Pero parecía un cronometro mi madre, decidió irse sin mi, sus ansias de estar rosándose con la alta sociedad con ella decía, no podía esperar, me tendría que ir en taxi no queda de otra.
Pero no podía bajar con esa ropa tan incomoda, jamás había caminado en tacones, sentía que mis tobillos se quebrarían en cualquier momento, decidí cambiarlos por mis cómodos tenis, y cambiar esa minifalda por un pantalón, toda parecía en calma.
Como si fuera verano comencé a sentir un sofocante calor, y como podía hacer tanto calor en diciembre, no paso mucho tiempo, cuando pronunciadas llamas invadieran mi cuarto, no podía pedir auxilio, toda la gente de mi calle estaba en la fiesta.
Lo último que pude ver antes de desvanecerme por el humo que respire, fue mi único libro que había podido comprar con mis ahorros consumiéndose en llamas.
La fiesta fue un éxito, mis padres se enteraron del incendio hasta la mañana, todavía con el licor y la alegría de la fiesta, no asimilaban el siniestro que había pasado. Los vecinos preguntaban donde estaba yo, ahí fue donde a mis padres, recordaron que tenían una hija, desgraciadamente había muerto calcinada.
Mi sepelio fue parecido a la fiesta de Mariana, los vecinos vestían elegantes y todos parecían guardar las apariencias, fueron pocos los que derramaron lagrimas, pero que importaba por primera vez era el centro de atención, y después de todo no se sentía tan mal ser popular siempre creí que era difícil ser la que todo el mundo miraba.
Para mis padres era más importante darles una buena imagen a los López, y por algo había tanta gente en mi funeral. Lo que me preocupaba de mi muerte era haber echado a perder la imagen de mi familia, pero después de todo mi muerte sirvió para que mi padre lograra lo que en la fiesta no había podido conseguir, en mi funeral estrecho la mano de el Sr. Felipe López y no sólo eso recibió un abrazo, eso llevo a mi padre a ser recordado con el que recibió un abrazo de tan importante señor.
Y eso fue mi muerte el descuido de un cigarrillo que preocupado consumió mi padre aunque eso lo llevo a la inmortalidad a mi familia, por eso yo descanso en paz…